Al límite: Se acerca el fallo de la disputa Chile-Bolivia

Cierto grado de nerviosismo puede detectarse entre la clase política chilena antes del fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya el 1 de octubre sobre la disputa del país con Bolivia.

La Paz afirma que Chile está obligado a negociar el reclamo de Bolivia de acceso soberano al océano Pacífico, mientras Santiago argumenta que la frontera de ambos países fue resuelta por un tratado de 1904 luego del final de la Guerra del Pacífico, que también involucró a Perú.

Desde un punto de vista estrictamente legal, Chile parece tener el argumento más sólido, mientras sostiene que no otorgará ni una pizca de territorio soberano a Bolivia sea cual sea el fallo. Sin embargo, existe una sensación cada vez mayor de que tal vez el tribunal de la ONU no se pronuncie de manera estrictamente legal, y si bien puede reivindicar en gran medida a Chile, también podría pedir a los dos países que se sienten a negociar para resolver sus diferencias. Esto lo han tratado de hacer en varias ocasiones en el pasado, y en 1975 se acercaron a un intercambio de territorio soberano que habría otorgado a Bolivia una franja de tierra costera a lo largo de la frontera con Perú.

La CIJ ya ha dicho que no puede predeterminar el resultado de ninguna negociación, pero si los jueces deciden convocar un diálogo, según el Capítulo I de la Carta de las Naciones Unidas, el presidente Evo Morales declarará sin duda una victoria para Bolivia y obtendrá capital político mientras busca ser reelegido para un cuarto mandato. Hay quienes consideran la actitud de Morales con respecto al supuesto derecho del país al acceso soberano al océano —incluyó el reclamo en la Constitución boliviana de 2009— como una cuestión de ego. Sin embargo, eso corre el riesgo de disfrazar el hecho de que la mayoría de los bolivianos realmente sienten que sí tienen ese derecho, algo de lo que no podemos culparlos si consideramos la dura historia que ha enfrentado el país. Bolivia, después de todo, perdió su acceso al océano junto con gran parte de su territorio en la Guerra del Pacífico, tierra rica en nitratos (los impuestos a la industria provocaron el conflicto) y que finalmente resultó albergar gran parte de la riqueza cuprífera de Chile.

Curiosamente, si Chile y Bolivia terminan en negociaciones, la cuestión ya no podría ser puramente binacional, como Santiago siempre ha afirmado. El lugar obvio para algún tipo de concesión simbólica de tierra, con o sin soberanía, sería el extremo norte de Chile, como casi se acordó en 1975, pero ese territorio era parte de Perú antes de la Guerra del Pacífico y el acuerdo binacional que finalmente resolvió la frontera entre los dos países (que también involucró un intercambio de tierras), conocido como el Tratado de Lima, establece que ninguno de los países puede ceder a un tercero tierras que alguna vez pertenecieron a uno de los signatarios. En otras palabras, Perú tendría que involucrarse en las discusiones en algún momento, y fueron precisamente las objeciones de Lima las que echaron por tierra el acuerdo de 1975.

Finalmente, si la corte no falla categóricamente a favor del país, habrá muchos en todos los lados del espectro político chileno pidiendo la retirada del Pacto de Bogotá, que confiere jurisdicción sobre el tribunal de La Haya, como lo hizo Colombia en un caso anterior después de objetar una decisión. Tal apresurada sobrerreacción sería un error y también una señal de nerviosismo en los corredores del poder de Santiago.