Brexit: signo de los tiempos

La votación del Reino Unido a favor de abandonar la Unión Europea (UE) es síntoma de una desilusión más amplia con las instituciones políticas tradicionales y, en cierto grado, con la clase dirigencial en general.

El resultado, que probablemente terminará siendo un error no solo para el Reino Unido sino para la UE en su conjunto e incluso más allá de esta, corresponde a la más reciente de una larga lista de manifestaciones de desdén hacia el statu quo, tanto de izquierda como de derecha (términos que en los últimos años han ido perdiendo en parte su significado tradicional).

Desde el punto de vista de la derecha, esta tendencia por lo general se expresó como un movimiento hacia el aislamiento y el populismo, con especial énfasis en restringir la inmigración. Tal es el caso del brexit y el Partido de la Independencia del Reino Unido, el Frente Nacional en Francia y el Partido de la Libertad de Austria, por nombrar algunos, y del infaltable Donald Trump en EE.UU. con su retórica antimexicanos y antimusulmanes.

En cuanto a la izquierda, y manifestándose de una manera muy distinta pero con el mismo desprecio por la élite y una buena cuota de populismo, tenemos a Podemos en España, Syriza en Grecia y el aparentemente debilitado movimiento bolivariano en Sudamérica, encabezado por el fallecido líder venezolano Hugo Chávez y que abarcó Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Rafael Correa y hasta hace poco Argentina con los Kirchner.

El impacto directo del brexit en América Latina no está del todo claro y es poco probable que sea mayor de lo que sería en el resto del mundo. Los mercados tambalearán, la libra y el euro se depreciarán, el dólar podría apreciarse y el oro brillará como siempre lo hace cuando hay incertidumbre. Estos, sin embargo, son efectos a corto plazo que el mundo sabrá superar.

Aún está por verse si la decisión del Reino Unido lleva a otros miembros de la UE a intentar hacer lo mismo. Si eso ocurre, la desintegración del bloque podría convertirse en una posibilidad real, y algo así sería trágico. Con todos sus defectos, y vaya que los hay, la UE ha mantenido a Europa —un continente mucho más heterogéneo desde el punto de vista cultural, lingüístico e histórico que América Latina— unida durante los últimos 60 años a una escala sin precedentes.

Si bien la guerra en Europa es ahora inconcebible, con la UE o sin ella, la cooperación, inclusión y tolerancia siempre serán preferibles al aislamiento, la estrechez de mente y el prejuicio. Independientemente de las ventajas o desventajas económicas específicas de pertenecer a la UE, adoptar una actitud de "inglesito" en este mundo globalizado no hará que el tiempo retroceda hasta una época dorada que en realidad nunca existió.