Informalidad laboral: hay que agarrar al toro por los cuernos

Impuestos. Si eres un gobierno, los amas, no así si una empresa o un trabajador.

Pero los impuestos son una realidad y es difícil que una sociedad pueda funcionar sin que el dinero de los gravámenes fluya a las arcas fiscales para pagar los servicios públicos.

Dejando a un lado el peliagudo tema de cómo se recaudan y redistribuyen los ingresos fiscales, está claro que en América Latina es vital atraer más empresas pequeñas y microempresas al sector formal, así como a las personas que trabajan para ellas, ya que, después de todo, ellas son las fuentes de la mayoría de los trabajos en la región.

El brote de coronavirus ha transmitido este mensaje en América Latina, donde predomina la economía informal en la mayoría de los países. También ha puesto en el tapete la precaria situación de los trabajadores informales y sus familias, la relativa debilidad de las redes de seguridad social y la fragilidad de los sistemas de salud.

Para que la región continúe avanzando, reduzca la desigualdad y mejore los servicios públicos, hay que combatir la cultura del efectivo en mano. Por supuesto que es una batalla compleja y agotadora, especialmente en países donde la informalidad parece arraigada en la cultura y hay una fuerte desconexión entre los ciudadanos y las autoridades. De hecho, es un círculo vicioso. Es probable que un contribuyente esquive al recaudador de impuestos si siente que los funcionarios públicos roban o desperdician su aporte fiscal.

Pero debemos terminar con este círculo vicioso. Perú y Bolivia, por ejemplo, tienen altos niveles de informalidad laboral y, como la mayoría de las otras naciones de América Latina y el resto del mundo, tienen mucha presión sobre el gasto en áreas como infraestructura, salud y educación. Imagine los avances que las naciones ricas en recursos podrían lograr con un mayor flujo de ingresos administrados adecuadamente.

Ser parte del sector formal también ayuda a abrir las puertas al sistema financiero, a productos como préstamos de capital de trabajo para empresas y créditos de consumo para empleados.

El impuesto sobre la renta que pagan las pymes y sus empleados, incluso si su tasa es tasa, sería un beneficio. Además, los empleados pasarían a ser parte del "sistema", por lo que comenzarían a contribuir a un plan de pensiones estatal o privado, obtendrían un mayor acceso a atención médica y probablemente abrirían algún tipo de cuenta corriente o de ahorro, lo que también estimularía la inclusión financiera.

No es una receta para crear utopías ni hay una varita mágica, ya que muchos países tienen problemas asociados que deben abordar, como los altos niveles de corrupción y las burocracias ineficientes. Pero sería un paso en la dirección correcta.

Chile, que enfrenta una mayor presión de gasto tras las protestas del año pasado por los costos de vida y la desigualdad, sin mencionar una mayor carga de deuda debido a las medidas de mitigación de crisis, está enfocándose más en la recaudación de impuestos. La última reforma fiscal obliga a entregar boletas digitales, por lo que todas las empresas o empleados independientes deberán emitir boletas digitales a través de un sistema conectado a la autoridad de impuestos SII.

Podría decirse que algunas microempresas y pymes, particularmente aquellas con márgenes de beneficio muy estrechos, se resistirán a ser parte del sistema y no hay una forma real de medir con precisión la cantidad de ingresos fiscales que generará la medida, pero es una forma de engrosar las arcas fiscales y ayudar a reducir la desigualdad sin aumentar los impuestos. Y podríamos ver que otras naciones de la región finalmente hacen lo mismo. La clave está en la implementación, especialmente ahora debido a las consecuencias de la pandemia del covid-19. Tendrá que ser un proceso muy gradual, uno que, en la actualidad, probablemente deba retrasarse.

En general, dados los precios más bajos de los productos básicos y la lentitud del crecimiento y la inversión, los países latinoamericanos deben enfocarse en la formalización laboral y aumentar los ingresos fiscales para ayudar a crear flujos de efectivo sostenibles para los servicios que los ciudadanos demandan. Es como caminar sobre la cuerda floja; las autoridades deben lograr el equilibrio correcto entre la zanahoria y el palo y tener una campaña publicitaria efectiva que promocione los beneficios.

De lo contrario, se estimulará la mediocridad en una región que puede, y debe, hacerlo mejor por el bien de sus ciudadanos.