Música para los oídos de Maduro

Un funcionario de la Casa Blanca puede haber negado que EE.UU. quieran invadir Venezuela, con la simple declaración de que todas las opciones son posibles, pero Donald Trump claramente se ha divertido con la posibilidad en numerosas ocasiones y aún podría estar coqueteando con la idea a pesar de todos los consejos en sentido contrario.

Por supuesto, Nicolás Maduro disfruta de esto, ya que le proporciona argumentos para decir que todos los males de Venezuela (y hay muchos en este momento) son el resultado de la agresión de EE.UU., que está detrás de la "guerra económica" que vive el país. Además, la posibilidad de una invasión estadounidense le ganaría mucha simpatía a Maduro en toda América Latina, algo de lo que no tiene mucho ahora y que no se merece, especialmente si Washington lo considera una maniobra para apoderarse de las vastas reservas de petróleo de Venezuela.

Los asesores de Trump obviamente se han esforzado por mejorar las relaciones con la región luego de la campaña electoral y los primeros días de su presidencia, cuando su intolerancia racista y antimexicana explica en gran parte su enemistad con los latinoamericanos y los latinos en EE.UU. (Cuánto ayudó su virulencia al candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador para ganar las elecciones presidenciales del 1 de julio en México es un punto discutible).

Además de la intervención limitada en Siria, EE.UU. no ha invadido ningún país durante 18 años, el cual es el período libre de invasiones más largo desde la Segunda Guerra Mundial; y parte de su inmenso Ejército podría mirar esto con interés ante la perspectiva de nuevas acciones. Sin embargo, el éxito militar en Venezuela estaría lejos de estar asegurado.

Tal vez Trump llegue a convencerse de que no vale la pena invadir Venezuela, pero ello no obedecerá a maniobras de líderes latinoamericanos como Mauricio Macri de Argentina o Juan Manuel Santos de Colombia, quienes han tratado de advertir la locura de tal medida, sino al poco interés que despierta Sudamérica entre la mayoría de sus seguidores en EE.UU. Simplemente no necesita una victoria en política exterior de este tipo para mantener la lealtad de sus admiradores, y los riesgos son enormes.

Es difícil saber cuándo Trump habla en serio, y más aún, cuándo es sincero. Su comportamiento desafía la razón y toda la racionalidad, y es casi imposible predecir cuál será su próximo movimiento. ¿Quién hubiera pensado que después de todos los insultos y diatribas, incluida la amenaza de destruir totalmente a Corea del Norte, terminaría siendo amigo de Kim Jong-un? Tal vez, solo tal vez, lo mismo sucederá con Maduro. Mientras tanto, la agitación en torno a una invasión asegurará que Trump actúe como el principal entusiasta de Maduro.