OPINIÓN: Demanda marítima de Bolivia: una oportunidad para resolver el problema

La demanda de Bolivia para que Chile le otorgue acceso soberano al océano Pacífico –caso que pronto estudiará la Corte Internacional de Justicia de La Haya– ofrece una oportunidad para que ambas naciones resuelvan de una vez por todas la disputa que se ha prolongado por más de 130 años.

Bolivia perdió acceso al mar, junto con una parte grande de su territorio, en la Guerra del Pacífico con Chile en la década de los ochenta del siglo XIX. El argumento de Chile es que el caso se puede resolver en un abrir y cerrar de ojos, pues el Tratado de Paz de 1904 fijó la frontera actual y definitiva entre ambas naciones, y aquello tiene validez a nivel internacional. De hecho, Santiago ha decidido argumentar que el tribunal de las Naciones Unidas ni siquiera tiene jurisdicción para pronunciarse debido a que ambos países le dieron reconocimiento en el Pacto de Bogotá de 1948; por lo tanto, el tribunal no posee jurisdicción para dirimir casos que conciernen asuntos anteriores a esa fecha.

Sin embargo, el caso de Bolivia no depende de aducir la necesidad de reformar el tratado de 1904. En cambio, debiera decirse que Chile ha prometido en variadas oportunidades resolver la demanda boliviana, en particular, durante 1975 en una reunión entre el dictador chileno Augusto Pinochet y su homólogo boliviano Hugo Banzer. En ese momento acordaron en principio intercambiar dos áreas y otorgar a Bolivia una franja de tierra en el extremo norte de Chile desde la costa y a lo largo de la frontera con Perú, que también perdió grandes territorios en la Guerra del Pacífico con su país vecino. No obstante, la idea nunca prosperó, no solo por las objeciones de Lima.

El caso de Bolivia es interesante, pero debido a que en realidad no parece incluir documentos jurídicos en disputa sino que implicaría más bien un argumento moral –que Chile tiene una especie de obligación (¿jurídica?) de negociar una solución al problema–, es difícil saber de qué manera el tribunal de La Haya pudiera estar a favor de La Paz.

Sin embargo, lo anterior plantea la interrogante de si Chile tiene efectivamente la obligación moral de ofrecer una salida al mar a Bolivia. Ciertamente es fácil solidarizar con los bolivianos. La pérdida de acceso al mar en forma radical cambió el territorio de Bolivia, lo cual generó un grave efecto adverso a su economía y desarrollo. No solo perdió acceso a puertos, sino que la tierra cedida a Chile resultó albergar algunos de los depósitos cupríferos más grandes del mundo, los que han tenido un impacto muy beneficioso en la economía chilena. En tanto, la nación mediterránea sigue siendo una de las más pobres del hemisferio occidental.

No obstante, puede que pasen años antes de que sepamos cuál será la decisión e independientemente del resultado del juicio es primordial que estos países resuelvan el problema. Puede que resulte impracticable para Chile ofrecer territorio soberano a Bolivia, pero una posibilidad –que también se ha señalado como una potencial solución en zonas de Ucrania e incluso en las islas Falklands/Malvinas– sería que Bolivia cuente con soberanía técnica de un terreno pequeño con un puerto, mientras que Chile seguiría siendo el administrador de facto del área en términos de jurisdicción legal, control político, etc. Otra alternativa, que Chile se ha negado a considerar, es contar con la participación de Perú, ya que en el pasado dicha nación ha puesto a disposición de Bolivia una zona portuaria, aunque sin soberanía.

En cuanto a Chile, habría evidentes ventajas para el país si Bolivia fuera más solvente, con todo el comercio y oportunidades de inversión que ello representaría. Dar término a la disputa también abriría el camino para que Bolivia exporte parte de sus vastas reservas de gas natural a Chile y, por consiguiente, ayude a aliviar la escasez energética del país y evite la necesidad de importar gas natural licuado desde lugares tan remotos como Trinidad, Qatar y Yemen, lo cual es a todas luces absurdo dada la proximidad de las reservas de Bolivia.