Trump no jugaría la carta latinoamericana

¿Representaría una eventual presidencia de Donald Trump un peligro para América Latina? Aparte de sus diatribas contra los mexicanos –que muchos consideran racistas– con respecto a la inmigración, y en menor grado su aversión a tratados de libre comercio como el TLCAN, Trump ha dado escasa consideración a América Latina hasta ahora en su campaña.

Puede que sea bravucón e intolerante –incluso que sea una amenaza para la seguridad de EE.UU.– y que en la mayoría de las encuestas aparezca por debajo de Hillary Clinton, la candidata demócrata que corre a la cabeza por estrecho margen, pero existe una posibilidad real de que Trump venza en noviembre.

Sus "contrasentidos" (por decirlo en forma cortés) y vacilaciones son notorios, tanto así que el blog de verificación de hechos del Washington Post ha otorgado a Trump cuatro Pinochos, indicadores de máximas falacias, por el 70% de sus declaraciones analizadas, mientras –pese a toda la virulencia– afirma que en realidad "sí quiere a los mexicanos". Simplemente tiene una extraña manera de demostrarlo. Sin embargo, el escenario más probable para América Latina en caso de que Trump gane la carrera por la Casa Blanca sería sencillamente que ignore a la región.

Trump probablemente reprimiría la inmigración de "mexicanos" (obviamente, muchos latinos ingresan a EE.UU. de manera legal o ilegalmente o no son mexicanos en absoluto), y puede que despotrique contra los tratados de libre comercio que EE.UU. tiene con países latinoamericanos, los que además de México incluyen a Chile, Colombia, Perú, todas las naciones centroamericanas y República Dominicana. Si bien sería justo concluir que Trump equipara a toda América Latina con México, y que por lo tanto desprecia a la región completa, su evidente falta de interés más allá de estos temas sugiere que la política hacia la región se mantendrá estable, y será manejada a un nivel inferior de gobierno (lo que incluye, casualmente, la iniciativa de Barack Obama de admitir a Cuba).

Por supuesto, no tiene sentido rebatir a Trump con argumentos racionales. Su atractivo radica en el hecho de que no es lo que un político "debería" ser, sino más bien una figura conservadora contraria al establishment. Muchas personas, no solo en EE.UU. sino también en Europa y otras partes (basta recordar la reciente elección en Filipinas, donde Rodrigo Duterte, conocido también como Harry el Sucio, se anotó una aplastante victoria), simplemente están hastiadas del discurso político tradicional. En el caso de Trump, sus alocadas inconsistencias y sus patentes imprecisiones forman parte de esa misma persona que lo han hecho ser tan popular, aunque se aproveche de los prejuicios de la gente. El uso de la razón para tratar de echar esto por tierra está condenado al fracaso.

Pese a las escasas posibilidades de que alguien al norte del río Grande preste atención, quizá el presidente de Ecuador, Rafael Correa, estaba en lo correcto al declarar –presumiblemente en tono irónico– que una victoria de Trump sería buena para América Latina en tanto sería mala para EE.UU. Ese es justamente el tipo de lógica retorcida que podría interesar a los partidarios de Trump.